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Foto del escritorMarie Isabel Pantoja

¿Te le mides al reto de romper tus propios paradigmas?


Hace poco conversaba con alguien recordando cuando estaba pequeña y comía mamoncillo, esto era todo un ritual. Recuerdo que tenía una camiseta ya manchada por el mamoncillo, que debía ponerme para no manchar más ropa. Recuerdo que mis papás me hacían sentar en el suelo con mi tacita de mamoncillos y no podía hacer nada más, tenía que comerlos con mucha concentración porque depronto me ahogaba.

Eso fue muy útil en su momento, por lo menos nunca me ahogué con una pepa de mamoncillo. Llegué a creer hasta ya grande que para comer mamoncillo había que hacer muchas cosas, que era una fruta muy engorrosa. Imagínate que hoy en día hiciera el mismo ritual. Tal vez cuando niña funcionaba pero hoy en día posiblemente sea innecesario. Así nos pasa con muchos de los aprendizajes que hemos ido ganando desde pequeños.

El cerebro humano es una perfecta herramienta que nos ayuda a crear nuestra propia interpretación del mundo, a través de la interacción con diferentes situaciones vamos creando experiencias, que generan aprendizajes. Naturalmente se vuelven comportamientos automáticos. Por ejemplo, siempre he creído que las pepas de mamoncillo son altamente peligrosas ;). Claro que también creo ahora que ya soy adulta que ese peligro disminuye, comparado con el riesgo de un niño. Y no estoy las 24 horas del día dándole vueltas a ese pensamiento.

Algunos aprendizajes nos libran de un peligro inminente y nos ayudan a sobrevivir. Por ejemplo, al interactuar con una vela y quemarte un dedo, aprendes que el fuego quema, interpretas que no es tan satisfactorio y la próxima vez serás más cuidadoso y no la tocarás o retirarás tu dedo rápidamente.

Esto es sumamente útil y eficiente para nosotros… Imagínate levantarnos cada día y empezar de cero en todo.

Pero no siempre los aprendizajes que se generan nos libran de un peligro. Desde muy pequeño interactúas con personas que son significativas para ti (inicialmente por instinto de sobrevivencia) y aprendes que les agrada a ellas y que no y así mismo empiezas a adoptar una serie de conjeturas, algunas creadas y otras aprendidas por instrucción que serán el lente con el que mirarás tu realidad. Recuerdo una cliente que no le gustaba relacionarse con personas que tuvieran dinero y llegó a comprender que lo hacía porque se enganchaba con la idea de que las personas con dinero eran falsas, hipócritas, habían conseguido el dinero de “mala” manera. Esto lo había aprendido en la dinámica de su familia, donde tenía un referente afectivo que era muy hábil para obtener dinero pero lo veía como una persona grotezca, aventajada. En su momento, cuando era niña tal vez fue útil para interactuar con una situación que la sobrepasaba, pero ahora de adulto era totalmente limitante. Cuando ella logró romper su paradigma, ver otras alternativas, cuando se liberó de la necesidad de catalogar a las personas por su cuenta bancaria, lo que pasó después fue liberarse y relacionarse abiertamente con cualquier persona.

Paradigmas tenemos muchos, incluso muchos avalados por nuestra sociedad creemos que ser exitoso tiene un tiempo límite, una edad, una forma. Como un check list de vida que hay que cumplir. Y qué pasa si te retas a romper esos paradigmas y dejas de ponerte límites y calificarte por una idea que algún día aprendiste?

¿Estás listo(a) entonces para asumir el reto?

Tan sólo observa tus emociones, cuales son las que experimentas más a menudo. Seguro te darás cuenta que hacen parte de aquello que estás pensando y por ello naturalmente se generan.

¿Qué tal si cambias tu propia perspectiva y te das la oportunidad de romper tu propio paradigma?. No tiene que ser el mismo de tu compañero, de tu pareja, de tu amigo. Es tu propio descubrimiento y por ser tan propio es tan efectivo.

Déjame saber de qué te das cuenta…

Marie Isabel Pantoja Aguilera

Psicóloga, Coach de Vida y liderazgo, Consultora en Gestión Humana


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